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exDecano

El 4 de diciembre de 1964, el Dr. Jesús Jiménez Porras, Presidente de la Comisión Organizadora de la Escuela de Graduados, envía al señor rector del momento, D. Carlos Monge Alfaro, un documento preparado por una comisión integrada por ilustres profesores universitarios, entre los que destacan los nombres de Emma Gamboa, Gil Chaverri, Jorge Enrique Guier, Virginia Zúñiga y Enrique Macaya.  En ese documento establecían las bases para la creación de lo que, en aquel entonces, se llamó la Escuela de Graduados, cuyo propósito fundamental sería, según todos ellos, “centralizar y coordinar los programas de estudio e investigación que conducen a la formación de graduados con capacidad de producir pensamiento original en el plano académico.”  Visualizaron, además, esta Escuela como “la emancipación de la Universidad que desea llegar a su estado adulto. Y en verdad, emanciparse significa adquirir madurez, vida propia y estabilidad.  Dicha autonomía y estabilidad académicas de la Universidad se logran gracias a la Escuela de Graduados, por corresponderle a ella la delicada misión de formar los grupos de humanistas, profesores e investigadores que la servirán en el futuro.” 

El eje fundamental de la naciente Escuela debía ser las investigaciones de alta calidad y una concepción altamente flexible de los planes de estudio, “con un profesorado activo en investigaciones de alto nivel, laboratorios de investigación, bibliotecas abundantes, intercambios de profesores y residencias con otras universidades del exterior.”  La caracterización anterior se completa con una explicación clara y precisa de lo que entienden por centralizar y coordinar los programas de posgrado, al recalcar que “La Escuela de Graduados implica en sí misma, un problema de relaciones con todas y cada una de las otras Facultades Universitarias”.  Afirman que de esta situación surge, otra situación nueva e inevitable de coordinación y armonía entre ambas partes.  Debía buscarse, según su perspectiva, la manera de evitar un posible conflicto a este respecto, sin sacrificar, desde luego, la unidad coordinadora que era esencial para la Escuela de Graduados.

A todas luces, la propuesta de este insigne grupo de universitarios, hace ya 45 años, resume, en sus líneas fundamentales, lo que sería luego el Sistema de Estudios de Posgrado.  Y es que, como siempre, volver a los documentos fundacionales de nuestra Universidad revela cuán clara era la visión de nuestros antecesores y nos debe ayudar a entender por qué nuestra casa de enseñanza se caracteriza por esa excelencia académica en todo su quehacer fundamental.

Claro está, y este grupo lo comprendió a cabalidad, debieron pasar varios años para llegar cristalizar el proyecto aludido.  Al final del documento expresan ese augurio: “Es frecuente que una Universidad espere varios años antes de que llegue para ella el momento de fundar su escuela de Graduados, ya que esto no sucede a capricho ni puede ser prematuro; todo lo contrario, el momento de asumir esa responsabilidad se impone a sí mismo, como una inevitable revelación institucional”.

En efecto, esa inevitable revelación institucional no llega sino hasta el año de 1975, cuando se materializa la decisión de los universitarios, expresada en el III Congreso Universitario, de crear la Escuela de Graduados, que formalmente pasó a llamarse Sistema de Estudios de Posgrado.

Al juramentarse como primer coordinador del Sistema de Estudios de Posgrado, el Dr. Fernando Durán Ayanegui,  según consta en Acta  de la sesión 21 25 del C.U,  del 24 de marzo de 1975, expresa:  “Sabemos que el Sistema de Estudios de Posgrado no nace como expresión de una voluntad antojadiza o como un acto de improvisación de un grupo de universitarios de hoy, sino que aparece como la materialización de un fin largamente acariciado por quienes, desde su fundación, han dirigido la Universidad de Costa Rica;  que este acto de juramentación representa la puesta en marcha de una etapa para la cual la Universidad  se ha venido preparando cuidadosamente a lo largo de su existencia, en una actitud ejemplar de seria reflexión  en torno a sus posibilidades y, sobre todo, en torno a sus limitaciones;  que sería presuntuoso, no importa cuál venga a ser el resultado de nuestra labor, olvidar que ella se va a nutrir esencialmente de la previsión y el esfuerzo desplegados por muchas unidades académicas, y por muchos profesores  y servidores de la Universidad que,  dedicados a las perentorias demandas planteadas por una población estudiantil en crecimiento descontrolado dentro de graves limitaciones físicas, hicieron lo imposible por procurarnos condiciones de excelencia académica que hoy nos permiten con humildad, sin improvisaciones pero con confianza, declarar la madurez de la Universidad de Costa Rica.”

Este año celebramos, entonces, la instalación oficial del Sistema de  Estudios de Posgrado y, aunque la Universidad no es la misma de hace 45 años,  pues ha caminado con paso seguro hasta convertirse en esa institución madura y crítica que es hoy, la esencia del Posgrado se mantiene vigente:  el propósito inicial de servir de semillero de investigadores que contribuyeran con el desarrollo social, humanístico científico y cultural de nuestra sociedad se ha venido cumpliendo a cabalidad, dentro de un estricto marco de búsqueda de la excelencia académica y sobre la base de  una docencia de posgrado que se nutre de la investigación pero que, a la vez, se proyecta a la sociedad en la dimensión de la acción social.

Hoy, con más de 19.000 graduados y con 300 planes de estudio, el SEP se erige como el Sistema, no solo más grande y sólido del país, sino de la región centroamericana, y articula programas de posgrado en prácticamente todas las áreas académicas de la Universidad.  La producción investigativa tanto de profesores como de estudiantes ha incidido directamente en el desarrollo de nuestra sociedad y ha puesto a la UCR en un sitial privilegiado en la educación superior nacional e internacional.

Su concepción como un sistema de la Vicerrectoría de Investigación, anclado en las distintas unidades académicas de la Universidad (Facultades o Escuelas), pero a la vez articulado con un decanato y un Consejo de Sistema (constituido por representantes de las diferentes áreas académicas de la Universidad), le imprime al SEP un carácter singular, que le ha permitido ir creciendo armónicamente y propiciando el desarrollo en todas las áreas  del saber.

Sin lugar a dudas, pues, podemos afirmar que, desde su fundación oficial hace 45 años, el Sistema de Estudios de Posgrado de la Universidad de Costa Rica ha venido cumpliendo con su misión principal:  formar académicos profesionales de alto nivel, capaces de desarrollar sus actividades en forma independiente y provechosa para la comunidad costarricense.  

Dr. Jorge Murillo Medrano

 

 

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